en mi boca me sembrò el rosal cuyas raices
se comen el corazon.
Era otoño. El cielo immenso
arrancaba, con su sol, todo el oro de la vida
en columnas de esplendor. -
Estìo, seco, ha venido.
El rosal - !todo pasò¡ - ha abierto, tardo, en mis ojos
dos capullos de dolor.
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